21 de junio de 2013 corría por todas partes para despedirme de mis amigos y tener todo listo en Poznan-Polonia, donde había estado haciendo un intercambio por 6 semanas. A las 10:00 pm me esperaba el bus que me llevaría a Varsovia de donde debía tomar el avión para Helsinki. Mi “buddy”, es decir la chica que fue mi guía durante mi intercambio, estuvo conmigo todo el tiempo, ayudándome a que no me faltara nada (¡Qué hubiera hecho sin ella!).
Ya era casi las 10:00pm. Y mientras todos estaban en el río, celebrabando la festividad de Noc Kupały, fiesta que se realiza a inicios de verano, en la cual se lanzan antorchas gigantes al cielo, nosotras corríamos al paradero del bus. La abracé y le agradecí una vez por todo y subí al bus. Ocho horas me esperaban para llegar a Varsovia. El bus estaba lleno, y una vez más me encontraba sola en un bus repleto y con gente parloteando sin parar de lo cual yo no entendía nada, y es que el polaco es un idioma muy complicado, aunque en mis seis semanas algo aprendí.
El bus empezaba a avanzar y con él dejaba todos mis recuerdos en Poznan, habían sido 6 semanas inolvidables donde conocí a gente increíble que hasta ahora recuerdo y extraño (en mis próximas entradas les contaré todo sobre este intercambio y mis días en Polonia. Advierto que les puede dar ganas de hacerlo también jeje 😉 )
Fue una larga y solitaria noche de bus, observando el cielo y las antorchas que lanzaban. Me hubiera gustado disfrutar de esa fiesta también, pero el vuelo a Helsinki me esperaba y también moría por conocer en persona a mi amiga finlandesa que había conocido hace años atrás en internet (¡Tienes una solicitud de amistad!)
Era ya casi las 6:00 am y según mis cálculos la próxima ciudad debía ser Varsovia. Yo debía bajarme en el último paradero, el aeropuerto. Con escaso tiempo llegué al aeropuerto de Varsovia y en una carrera maratónica y con maleta encima (ya se imaginarán como terminé, aunque siempre viajo ligera) corrí a las puertas de embarque (me moría si perdía ese vuelo)
Finalmente ya sentada en el avión y un tanto triste le dije: “Do zobaczenia wkrótcea Polska” (nos vemos pronto Polonia). Estaba tan cansada por la noche en el bus y la carrera que dormí casi todo el vuelo. Con una pequeña parada previa en Riga y un cambio de avión. Al despertar le decía Hola a Helsinki. Salí de la sala de desembarque y ahí estaba él…
Un amigo chileno que había conocido años atrás, en año nuevo en Santiago de Chile, y que ahora vivía en Helsinki con su novia finlandesa. ÉL había ido a recogerme y sería mi anfitrión. Lo abracé, nos abrazamos; yo feliz de verlo después de tanto tiempo y es que debo confesar que me encanta Chile y tengo muy buenos amigos chilenos. A pesar de ser peruana y todo ese rivalidad que nos venden, pienso que Chile es un país hermoso y que los chilenos son muy buena onda, al menos en lo personal, siempre me trataron muy bien (pero mis aventuras en Chile ya son otra historia que se las contaré luego, ahora sigamos en Finlandia)
Había llegado a Helsinki, estaba con mi amigo chileno e íbamos camino a su casa. Al llegar me presentó a su novia y una amiga de su novia. Charlamos un rato y nos fuimos de picnic, pues a los finlandeses les encanta ir de picnic y es que están llenos de tantos lagos e islas que verdaderamente es increíble salir y compartir con los amigos y además y lo más importante es que era verano. Y es que con tantos meses de invierno, no se puede desaprovechar el verano. ¿Se imaginan que hasta existe la isla de los perros? Pues así es, este es un lugar libre para que los que desean puedan ir y soltar a sus perros libremente.



Ese primer día en Finlandia estuvo lleno de charlas, risas, parrilla, cerveza finlandesa y una puesta de sol increíble.
En mi próxima entrada les sigo contado… 😉